viernes, 12 de agosto de 2011

Nosotros, nuestros jóvenes y el futuro inmediato

Estamos sometidos a cambios muy profundos y muy rápidos, de manera que el dotar a nuestros jóvenes de instrumentos que les permitan analizar críticamente la realidad que les ha tocado vivir y a la que se van a ir enfrentando en la vida, ha de ser una línea de acción prioritaria para todos los planos pastorales y movimientos.

Ello, igualmente, nos obligará a los evangelizadores a que conozcamos muy bien el sustento ideológico de nuestros jóvenes, y este se llama: la “posmodernidad”. Efectivamente, nuestros jóvenes son posmodernos. Tienen una forma de pensar que va más allá de lo que hemos conocido como “modernidad”, y de ahí su prefijo “pos”.

La modernidad fue una forma de pensar donde la razón era el valor absoluto para articular el pensamiento y organizar la sociedad. Pero el humanismo cristiano enseguida sospechó de ella porque la razón no generaba tanta razonabilidad como se creía y porque en el ser humano no todo es razón, también hay emociones, sentimientos, pasiones… Sospechamos también de la modernidad porque descubrimos que las ideas y los ideales se convertían en ideologías que muchas de las veces justificaron lo injustificable y crearon un relativismo donde todo vale. Pero, porque también en la modernidad (lo mismo que en la posmodernidad) no todo es bueno ni todo es malo, hemos aprendido a aceptar una sociedad más plural, el valor de la tolerancia y el respeto al distinto. Aprendimos también a valorar el cuerpo, los sentimientos y a dar también aprecio al presente.
Foto: http://www.periodistadigital.com/religion/juventud/2010/08/16/religion-iglesia-espana-jmj-madrid-ano-rouco-papa-jovenes.shtml

Consecuencia de la modernidad, también nuestros jóvenes cambiaron las formas de divertirse, de comunicarse y de relacionarse, pero en ese acelerón de cambios, donde todo parecía que se orientaba al bienestar total, surge un factor que les ha de incidir muy directamente, mucho más que a su generación anterior: la crisis económica. Una incidencia palpable no sólo en los “indignados” sino en la población en general, que está acelerando procesos y modificando actitudes. No se trata de una crisis parcial, como la energética de los años 70 o la del sector naval de los 80, este es general: el sueño del estado del bienestar se ha roto.

¿Cómo afrontar el futuro inmediato de los “posmodernos” para el que los “modernos” no les han educado? ¿Podrán seguir viviendo en la ley del deseo? ¿Superarán realismos tan brutales tales como los que ya llevan viviendo durante muchos años los jóvenes del Tercer Mundo? ¿Seremos capaces de generar, ellos y nosotros, una cultura del trabajo, del esfuerzo, del compartir, de la solidaridad? ¿Será posible, además de indignarnos, esperanzarnos?

No hay comentarios:

Publicar un comentario