«Convertirse no es sólo «arrepentirse»,
llorar sobre lo pasado.
Jesús repetía en el Evangelio: "Levántate,
ponte en camino."
La conversión es un proceso vital, histórico,
como el crecimiento,
como el desarrollo. Un proceso vital y
social.
El pecado está en el mundo, está en cada
uno de nosotros, en la desfachatez o agazapado, más o menos querido,
pero está.
Vivir, crecer, evolucionar, caminar en la
historia personal y en la humana,
ha de ser necesariamente irse convirtiendo,
irlo convirtiendo todo.
No basta con rasgarse las vestiduras para
convertirse;
como no bastó nunca confesarse en la
penumbra del confesionario;
como no bastará ahora celebrar una bonita
confesión comunitaria.
No basta para convertirse renovar los Advientos
y las Cuaresmas,
ni organizar colectas socializadas o dar tantos por
cientos tranquilizadores.
Es preciso rasgar el corazón, circuncidar
la raíz de las estructuras de pecado, «subvertir» el orden establecido en el
propio espíritu -burgués- en la propia familia -cerradita-, en la propia
Empresa, en la calle,
en
el país, en la Iglesia, en el mundo.
No valen las excusas de los que están de
vuelta de todo,
de que si una Iglesia tal o una sociedad
cual.
Tú y yo somos Iglesia y somos la sociedad.
No se trata de esperar a que las
estructuras de la Iglesia
o de la sociedad se transformen: es preciso
urgirlas a la conversión
desde el interior y desde la acción de cada
uno de ellos.»
(P. Casaldáliga,obispo.)
muy buen tema.
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