viernes, 24 de febrero de 2012

Una conversión que ofrezca frutos aquí y ahora


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Cuaresma y conversión son términos que se pronuncian parejos. Cuaresma es tiempo para volver a Dios, un cambio no sólo de opinión sino de la totalidad de la persona. La Cuaresma llama a la conversión, a apartarse de la vida pasada en su significado de mentira, pecado, mal moral, y el decidirse por un camino recién abierto. La conversión es sólo el inicio de algo que será preciso demostrar todos los días y hacer fructificar.

Tres propuestas:

  • Recuperar el entusiasmo bautismal. Significar la nueva vida, la nueva mentalidad que se obtiene regenerándonos como nuevas criaturas, algo que, por la costumbre de bautizar a los recién nacidos, por veces se pierde en el interior de la comunidad cristiana: convertirse de hombre pagano en hijo de Dios.

  • La confesión. Que cediese todo su aspecto moralizante a una sincera reconciliación con Dios y los hermanos y ello sin que suponga un gesto más teórico que práctico.

  • La buena voluntad, entendida como el deseo de que el otro (sea ateo o descuidado religiosamente), participe de la alegría de la fe.

Propuestas para que fructifique en nosotros, no sólo una variación de conducta moral acerca de un aspecto de la vida o de un mandamiento, sino la intensidad de la experiencia religiosa que provoca la Cuaresma.

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