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Cuaresma y
conversión son términos que se pronuncian parejos. Cuaresma es tiempo para
volver a Dios, un cambio no sólo de opinión sino de la totalidad de la persona.
La Cuaresma llama a la conversión, a apartarse de la vida pasada en su
significado de mentira, pecado, mal moral, y el decidirse por un camino recién
abierto. La conversión es sólo el inicio de algo que será preciso demostrar
todos los días y hacer fructificar.
Tres
propuestas:
- Recuperar el entusiasmo bautismal. Significar la nueva vida, la nueva mentalidad que se obtiene regenerándonos como nuevas criaturas, algo que, por la costumbre de bautizar a los recién nacidos, por veces se pierde en el interior de la comunidad cristiana: convertirse de hombre pagano en hijo de Dios.
- La confesión. Que cediese todo su aspecto moralizante a una sincera reconciliación con Dios y los hermanos y ello sin que suponga un gesto más teórico que práctico.
- La buena voluntad, entendida como el deseo de que el otro (sea ateo o descuidado religiosamente), participe de la alegría de la fe.
Propuestas
para que fructifique en nosotros, no sólo una variación de conducta moral
acerca de un aspecto de la vida o de un mandamiento, sino la intensidad de la
experiencia religiosa que provoca la Cuaresma.
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