Confesamos que Jesús ha resucitado y
vive.
Es el paso de
Dios por nuestra vida,
no lo vemos, ni palpamos,
pero sentimos
que somos amados y lo amamos.
Creemos que no
sólo ha resucitado,
sino que está
resucitando
en cada uno de nosotros.
¿Por qué no
conseguir
esas pequeñas resurrecciones
que son las que
tenemos en nuestras manos ?
Ése es el gran
milagro
de nuestra condición humana,
que nosotros
podemos “colaborar”
en esa resurrección.
Cristo sigue
resucitando:
Cada
vez que nos queremos,
cada vez que
abrimos y ofrecemos nuestras manos,
cada vez que
compartimos con el otro,
cada vez que nos
superamos,
cada
vez que perdonamos,
cada vez que
cargamos con el prójimo,
cada vez que
damos lo que tenemos
y
ofrecemos lo que somos,
cada vez que
creamos y engendramos,
cada vez que
rompemos ataduras,
cada vez que
levantamos al caído y marginado,
cada vez que
pacificamos,
cada
vez que sembramos alegría,
cada vez que
cultivamos la esperanza,
cada vez que
hacemos comunión, familia,
cada vez que nos
hacemos como niños,
cada vez que en
amor florecen nuestras manos,
cada vez que
oramos en Espíritu
y en Espíritu gritamos.
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