La evangelización que asume los Cursillos de Cristiandad como parte de la Iglesia, tiene como finalidad evangelizar la cultura y las culturas del hombre. Sólo en la inculturación del Evangelio desde dentro y a través de la cultura, la fe cristiana llega a hacerse histórica y creadora de historia. De ahí la urgencia pastoral de reservar a la cultura una especialísima atención.
Desde esta premisa de nuestro ideario aportamos una nota histórica sobre la próxima fiesta de nuestro calendario litúrgico, la Solemnidad de Todos los Santos que celebraremos el próximo 1 de noviembre.
Esta fiesta se celebró por primera vez el 1 de noviembre de 835. Se eligió esta fecha para festejar a Dios y todos sus santos porque era una de las grandes fiestas paganas del norte de Europa: “Samhain” que en irlandés significa “pérdida de fuerza, de vitalidad”, y también “final del verano”. En el mundo celta la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre era nuestra “nochevieja”. Era la fiesta del dios Samhain, y el comienzo del invierno. Era también la fiesta de los muertos, o mejor, de la comunicación con los muertos. Estos podían venir a sus antiguas casas y los vivos tenían que acogerlos. Podían venir en forma de fantasmas, cuando esto ocurría, para espantarlos, se ponía una candela en un nabo y alimentos. La tradición yanqui ha sustituido el nabo por la calabaza.
Los monjes irlandeses que evangelizan la Galia se encuentran con estas tradiciones de paganismo céltico. Para hacer frente a esta fiesta, la Iglesia instaura en esta misma fecha la fiesta cristiana de Todos los Santos sustituyendo los santos a los espíritus de los muertos. Así comienza primero en Roma, después en Francia y poco a poco en todas las Iglesias occidentales.
La masiva emigración de irlandeses a América del Norte hace que lleven con ellos sus leyendas y ancestrales tradiciones. La fiesta de Samhain se ha convertido hoy en Halloween, que se celebra el 31 de octubre.
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