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Deseamos y esperamos, porque es Adviento. Deseamos y esperamos el Reino de Dios, esa realidad que está tan dentro y está tan alto.
La esperanza no sólo es valiosisima, sino que da valor a todas las cosas. Su origen está muy alto y llega a nosotros como lluvia gratificante. Si nos abrimos a ella, penetrará hasta lo más hondo, empapando todos nuestros genes. Ella hará crecer nuestra estructura personal, apuntando siempre hacia arriba, de donde procede. Por eso la esperanza, que se representa vestida de fuerza y alegría, en cada aliento nos repite: vive, crece, supérate.
La esperanza es la fuerza secreta que brota de muy dentro, se alimenta con vitaminas de fe y de deseo, para alimentar ella misma la voluntad humana y el vitalismo universal.
La esperanza sirve para aprender a: sonreír, soñar, luchar, vivir, rezar.
Galas de la niña esperanza.
Es humilde: La persona humilde “tiene puesta su esperanza en el Señor” ( 1Tm 5,5)
Es alegre: Da color a la vida, viste de ilusión “ Por lo cual – por la esperanza- rebosaís de alegría” (1P 1,6)
Es viva: Lucha poderosamente contra todo tipo de muerte “Engendrados en una esperanza viva” (1P 1,3).
Es valiente: Es audaz, comprometida “Teniendo, pues, esta esperanza, hablamos con toda valentia” (2Co 3,13)
Es paciente: como el centinela, como el que siembra, como el enfermo en recuperación, como la que gesta “Espera contra toda esperanza” (Rm 4,18)
Es creyente: Por eso siempre se fía y reza, a veces incluso con quejidos inefables “La creación (…) en la esperanza de ser liberada (…) gime hasta el presente y sufre dolores de parto” (Rm 8, 20-22)
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